Según muchos gastrónomos es, con el gazpacho y las sopas de ajo, es la comida más antigua de España.
Está documentado que fue Aníbal quien introdujo en la Península Ibérica su ingrediente básico, el garbanzo. A la legumbre se le fueron añadiendo otros productos, y en el Madrid medieval ya había posadas que lo publicitaban.
En Lavapiés, entonces en los arrabales de la ciudad, se servía cocido “con mucha gallina y pernil”. Es una receta con tradición literaria. Lope de Vega confiesa en alguna de sus obras que le gustaba, además, con verduras y chorizo y Cervantes dice que lo echaba de menos en Italia.
Comenzó siendo una comida popular, pero enseguida saltó a los comedores nobles e incluso se aficionaron a él los paladares más exigentes de la realeza.
Era una de las comidas preferidas de las cuatro mujeres de Felipe II. A María de Portugal le gustaba con una pelota de migas de pan, carne picada y especias, y a María Tudor sólo con gallina y jamón. Según los chismosos de la época, su tercera esposa, Isabel de Valois, no comía otra cosa, y a su última mujer, Ana de Austria, se lo servían tres veces por semana hasta que quedó embarazada.
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