
En un principio dichas puertas se cerraban mediante pestillos de madera
que se introducían lateralmente en el marco o en una grapa fijada en la
propia hoja de la puerta; después se aseguraron con varios pernos, que
se elevaban fácilmente y penetraban en los orificios practicados en el
pestillo gracias a la acción de las llaves.
La evidencia más antigua de un candado fue encontrado en la ciudad de Nínive,
Mesopotamia, y funcionaba con ese principio básico.
Los modelos de
candados egipcios eran empleados solamente por personas ricas, pero
fueron los griegos quienes perfeccionaron llaves y candados disponibles
para uso popular.
Los romanos idearon candados que podían abrirse con llaves que cargaban
como si fueran anillos.
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