El origen de la guitarra no se puede describir con
exacta certeza debido a la falta de documentos y a lo impreciso de los
dibujos que se han podido recoger. El desarrollo de la forma, partiendo
de la gran variedad de instrumentos de cuerda que se tocaban en la
Europa Medieval es pura especulación. No obstante, de la observación de
grabados en que figuran instrumentos de cuerda antiguos, se deduce que
estos no adoptan determinadas formas y tamaños, sino que más bien
responden a estructuras personales, y que cada artista concibe su propio
instrumento con gran subjetividad.
Se puede
decir que la descendencia primera fue influenciada por los árabes en el
siglo VIII. En los siglos XIII y XIV en España se conocían como guitarra
dos clases de instrumentos: la Guitarra Latina y la Guitarra Morisca.
Las escrituras y manuscritos muestran que la guitarra morisca tenía una
forma más parecida al laúd, con el cuerpo oval, el cuello largo y cabeza
redonda. La guitarra latina es más parecida en cuanto a forma, a la
guitarra actual, pero con aspecto de semejanza con los primeros
instrumentos de cuerda.
Solo la vihuela, instrumento ascendiente directo de la guitarra, tiene una forma y un tamaño determinados y se puede definir como un instrumento en forma de ocho, en que los dos volúmenes que configuran su silueta son de igual tamaño, hasta este momento la vihuela poseía 4 ordenes de cuerdas.
Una
de las más importantes variaciones que se dio en la guitarra fue en el
siglo XVI, época en la que aparece una guitarra de cinco ordenes de
cuerdas. La quinta cuerda se debe al poeta y músico andaluz Vicente
Martínez Espinel, nacido en Ronda (Málaga), en el año 1550, al cual
también se le debe el sistema de afinado por equisonos.
A
la guitarra de cinco cuerdas, con la que se podían efectuar acordes
perfectos, le prestaron gran atención los músicos más importantes del
siglo XVII, por lo cual se introdujo en los ambientes musicales más
representativos y pasó a ser el instrumento favorito en todas las cortes
europeas.
La guitarra adquirió gran importancia
gracias a la aportación de personas como Gaspar Sanz, que publico su
método en Zaragoza, en el año 1674; a Amat, que enseñó a formar todos
los tonos mayores y menores de la guitarra de cinco cuerdas; al
portugués Nicola Doici de Velasco, que publicó, en el año 1630, su Nuevo
método por cifra para tañer guitarra de cinco cuerdas , el más antiguo
de cuantos se conoce, y en el cual se da un mensaje extraordinario:
“En
Francia, Italia y demás países, a la guitarra se le llama española
desde que Espinel puso la quinta cuerda, quedando tan perfecta como el
laúd, el arpa, la tiorba y el clavicordio y aún más abundante que estos”
El siglo XVIII trajo consigo gran evolución de
la guitarra. Tal vez la modificación más importante fue con la aparición
de la sexta cuerda a la vez que se eliminaban las cuerdas dobles, esto
llevaría a una disminución de la sonoridad que será compensada con la
ampliación de la caja y la abertura completa de la rosa situada en el
centro del tablero. En el año 1760, fray Miguel García, conocido como el
Padre Basilio, presentó por vez primera una guitarra con seis cuerdas.
Este gran músico organista adoptó la guitarra como su instrumento
favorito y fue el primero en escribir música para guitarra en notación
musical moderna.
Como consecuencia del
enriquecimiento musical que adquirió la guitarra de seis cuerdas, al
final del siglo XVIII aparecieron instrumentos de muy distintas
concepciones: guitarra de siete, ocho, doce y veinte cuerdas, de dos
mangos y siluetas de todas las formas imaginables. Todos estos
instrumentos quedaron como reliquias en las vitrinas de distintos museos
porque ninguno de ellos tenía más posibilidades musicales que la
guitarra de seis cuerdas.
Pese a la evolución que
experimento la guitarra respecto a su construcción, su aspecto musical
quedo afectado por la crisis ocasionada por la aparición del piano,
instrumento que se tomo como patrón, y entonces rara vez se le veía
donde hubiera música seria y tocarla quedó relegado a una actividad de
pasatiempo.
La segunda mitad del siglo XIX
conllevo un resurgimiento debido a dos hombres, Antonio Torres Jurado
(1817-1892), nacido en La Cañada (Almería), se instruyó en el taller de
José Pernas, en Granada, y estableció su taller en Sevilla a mediados
del siglo XIX, en la calle de Cerrajerías.
Volvió
a diseñar la guitarra española y le dio una nueva silueta,
prácticamente la que conocemos hoy; esta nueva silueta comportó un
aumento de la potencia sonora por haber aumentado la superficie vibrante
de la tapa armónica, asimismo estudió con gran acierto todo el sistema
de barras armónicas, y llevó los trastes del diapasón hasta la misma
boca de la guitarra.
Francisco Tárrega (1854-1909) nació en Castellón.
Demostró por primera vez todas las posibilidades musicales de la
guitarra; sus composiciones son de una armonización magnífica y movió a
los más importantes músicos a componer para guitarra.
Los
conocimientos que Tárrega extrajo de la guitarra fueron recogidos y
ampliados por uno de los grandes maestros de nuestros tiempos como es
Andrés Segovia, nacido en Linares (Jaén), en el año 1893. El cual
desarrolló la carrera de guitarra y la llevó a su al lugar que ocupa hoy
en los conservatorios de música.
http://www.tristan-instituto.es
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