El dinero de papel apareció, cómo no, en China en
el siglo VII, aunque no se instauró su uso oficial hasta el año 812.
Sin embargo, los ejemplares más antiguos que se conservan proceden del
siglo XIV.
Los primeros billetes europeos se fabricaron en Suecia, en el año 1661. Los imprimió el cambista Johan Palmstruch, que los entregaba como recibo o resguardo a quien depositaba oro o plata en el Banco de Estocolomo que, por cierto, él mismo había fundado. A España llegaron en 1780, durante el reinado de Carlos III, y su uso se popularizó rápidamente por ser mucho más cómodo de llevar. Así no hacía falta cargar con la famosa bolsa llena de monedas, mucho más llamativa y pesada.
Aunque en esencia no deja de ser otro tipo de moneda, en el lenguaje
cotidiano reservamos el nombre de moneda para las piezas de metal y el
de billete para las de papel. O incluso plástico,
material del que se fabrican los billetes de 20 y 50 pesos que circulan
desde 2002 en México. Allí prefieren el polímero al papel porque los
billetes de ese material duran más, son más limpios y más difíciles de falsificar.
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